Eine kleine Nachtmusik

Montag, September 19, 2005

Preludio

Recuerdo la primera vez que lo escuché...

Fue el día después de una noche melancólica en la calle de Chopin, con Ashkenazy al oído, cuando las cuatro paredes de mi habitación contenían sólo mi aliento...

Y mientras mi amor había permanecido en adagio sostenuto, dejé a un lado mi paz andantina y amanecí triste, pero mejor dicho, era una 'extraña alegría'; como un estado de sensibilidad extraordinaria, sólo que al no encontrar palabra mejor que le definiera, la que más se le acercó fue la tristeza. La dicha de Mozart no cabía, de hecho, su escondida y profunda nostalgia dolía a cada instante.

Recurrí al demonio de Paganini, el adagio del Concierto para Violín No.6 me llevaba cual Caronte al Hades, por la laguna Estigia. Entonces ocurrió. Apareció Rachmaninov...





Como si mi alma fuera una delicada película de letras, imágenes y recuerdos impresos; cada nota se adhería de manera que al desprenderse, se llevaba de mi un pequeño fragmento de nada, dejando a mi espíritu incompleto, sólo hasta que las notas volvieran a estar en el mismo lugar. Así de cautivador es Rachmaninov. Es como tomar té de árnica todos los días, con la pequeña dosis de arsénico contenido, aliviando el dolor mientras te mata poco a poco.

No es que uno muera, es sólo que a veces para asimilar tanta grandeza se necesita estar en otro plano, en otro mundo, en otra vida, en otro estado de conciencia, de sensibilidad. Como hago con Mozart, también con Rachmaninov sujeto mi corazón al escuchar sus composiciones, pues este late tan fuerte que temo que un día se escape de la existencia.

La pieza a la que me refiero es el Preludio en Si menor Op.32 No.10. Si Mozart es un milagro, Rachmaninov es una bendición. No siempre se puede aludir al sentimiento que guardaba un compositor durante la creación de alguna de sus obras, pero mucho muestra de sí. La música de Mozart muestra ese espíritu alegre que mantenía todos los días, pero su profunda melancolía resuena a cada instante. Rachmaninov es nostalgia pura.

" In my own compositions, no conscious effort has been made to be original, or Romantic or Nationalistic, or anything else. I write down on paper the music I hear within me, as naturally as possible...

What I try to do, when writing down my music, is to make it say simply and directly that which is in my heart when I am composing."

(S.V.R.)


El Opus 32 se compone de 13 preludios, largos y complejos, con una intensidad inconfundiblemente rusa: en su orgullo y protesta, su añoranza nostálgica y sus sueños idílicos. Fueron concebidas en 1910.

A esta etapa del compositor, conocido como 'Periodo Ruso', se deben las más increíbles composiciones. Tan sólo por mencionar alguna de sus obras, además de los 13 preludios, el Op.33 le correspondió a la primera serie de los Etudes-Tableaux, la segunda sonata para piano y las Canciones Op.34. La última de estas canciones se conoce como Vocalise, ya que es una 'canción sin palabras', y que por su belleza ha sido objeto de numerosos arreglos para diversas combinaciones musicales.

No había tenido oportunidad de encontar juntos a los 24 preludios de Rachmaninov: los 10 preludios Op.23, los 13 preludios Op.32 y el conocido preludio en Do sostenido menor, Op.3 Nº2. que forma parte de los Cinq Morceaux de Fantasie (Cinco piezas de fantasía). Por fortuna, la casa disquera de la firma DECCA en su colección Double DECCA los reunió junto con la sonata para Piano No.2 en la impecable interpretación de Vladimir Ashkenazy. Es una recomendación que extiendo a todo melómano apasionado.

"Music is enough for a lifetime;
but a lifetime is never enough for music."

(S.V.R.)