De música y violines...
Ahora que comienzan las vacaciones en la escuela, parece que podré estar un poco más liberada de tener presiones laborales y escolares simultáneas.
Podré tomar mi violín y estudiar con tranquilidad, sin fechas de examen y el tiempo sobre mis hombros. Algo de lo que he aprendido en lo que va de mi carrera en el estudio de la música, es que tocar un instrumento no sólo implica y demanda tiempo y dedicación a su estudio; también se requiere soltura, carácter y sensibilidad.
Mi Profesor de violín me dice todo el tiempo que mientras menos esfuerzo haga para tocar el instrumento, mucho mejor saldrá el sonido. Que se debe tocar de una manera cómoda y con movimientos libres: ‘Libre! Libreee!’, así grita con su acento peculiar. A pesar de que la música me apasiona, en ocasiones me cuesta trabajo liberarme de las tensiones que dificultan la ejecución del instrumento.
Hace tiempo ya que me entregué a los placeres de la música, la que por sí sola me atrajo. Cuando me di cuenta de que la música ‘Clásica’ llenaba todas mis expectativas, comencé a escuchar y leer más sobre compositores y sus obras. Y así creció mi preferencia e identidad por la música de Mozart, por ejemplo. También comencé por asistir a los conciertos de temporada de la Filarmónica de Jalisco. Iouri Kassian, mi profesor de instrumento; es integrante de esta Filarmónica y en ella toca la viola. Entonces no imaginaba yo que él sería mi guía en ‘El arte del violín’.
Procuraba ir sola a estos conciertos, ya que para mí era como hasta ahora un momento íntimo y muy especial; además de algunas experiencias vividas. En una ocasión, un amigo me acompañó a escuchar un concierto para piano, del cual no recuerdo quién era su compositor. Sucedió que sólo habíamos podido adquirir boletos para las localidades de galería. Yo estaba entregada y encantada en mi viaje, escuchando la música, imaginando que me desintegraba para ser parte de ella y me paseaba por todos y cada uno de los instrumentos ahí ejecutados; me detenía especialmente en el área de los violines, en una atmósfera increíble.
De vez en cuando ‘aterrizaba’ para ver la ejecución del pianista y otros detalles de la orquesta; era entonces cuando recordaba la presencia de mi acompañante. En uno de esos lapsos, noté algo raro en su comportamiento; eran de su agrado esos conciertos y por tanto no asistía obligado, sin embargo se veía nervioso, sudaba y como que le costaba trabajo respirar. Supuse que era por el efecto de la música misma pero no se trataba de ningún éxtasis, sino que él tenía fobia a las alturas y que la ubicación de nuestra localidad le hacía sentir mal. Y aunque no era intencional, seguro también le pareció notar cierta indiferencia de mi parte, pero la realidad era que yo estaba muy metida en el concierto.
Esporádicamente llegué a ir con uno que otro amigo, y podía resultar algo incómodo ya que para mí un concierto no siempre finalizaba con la ejecución del último movimiento y los aplausos o la ovación del público a la orquesta; ni siquiera la salida del teatro mismo. Un concierto para mí podía durar más tiempo, incluso más que su duración, pero el asunto de ir acompañada implicaba que uno por cortesía tenía que romper ese delicioso y sublime silencio para intercambiar una que otra palabra.
La diferencia es que hoy en día puedo compartir entre otras cosas, esos momentos musicales con Antonio, mi novio; quién además de tener el gusto y la pasión por la música, es Bachiano y toca muy bien el piano. Él me ha compartido mucho de sus conocimientos musicales tanto teóricos como técnicos, y más en lo que respecta a Bach, que aun siendo Mozartiana no dejo de maravillarme con su música. Los dos perfectamente podemos ir a un concierto y compartir gustosos ese comprensible silencio que nos invade, que no es más que la paz interna y la sensibilidad de los sentidos.
Él Bachiano, yo Mozartiana, ambos Rachmaninianos…
Digamos que a petición mía, recientemente escribió un muy buen blog sobre la Chaconne. Aquí es cuando recuerdo al que era mi profesor de armonía cuando decía: “Violinistas ‘piteros’! Ustedes nada más leen una línea melódica…”. Antonio y yo nos preguntamos si este maestro alguna vez en su ignorancia leyó las partituras o escuchó siquiera las Sonatas y Partitas para Violín solo de Bach, en especial la Chaconne… Creo que entonces debería haberlo pensarlo mejor antes de hacer sus comentarios en clase.
Mi objetivo y deseo es poder interpretar entre otras obras, La Chaconne; aunque ello no es empresa fácil. Así que como comentaba cuando inicié este blog, requeriré de mucha dedicación al estudio, apoyo en mi maestro para la técnica y paciencia para lograr mayor soltura. Y no se trata sólo de técnicas y notas, sino también de un buen manejo de los sentimientos y el carácter en su interpretación; para hacer justicia de esta pieza tan magnífica y sublime, que llega hasta las fibras del alma y del corazón…
Guten Tag liebe Leute!
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